
Las sociedades de cualquier época siempre se han dividido en grupos, sectores o escalafones diferenciados por los intereses que les mueven, su estilo de vida, su estrato social, etc. En el mundo de la pesca, esa división existe y está bien patente entre los pescadores que perseguimos truchas como locos por los ríos de España.
Nos guste o no, ésto es así mientras coexistan diferentes modalidades. Vamos a destriparlas un poco.
Los ceberos: son como los Amish -esa rama religiosa de los menonitas que vive aislada en EEUU- a los que la gente mira como quien ha descubierto una nueva especie de insecto; raros, solitarios, madrugadores, silenciosos en el río... Los ceberos son austeros por naturaleza y tienen desde hace un tiempo la rara habilidad de cabrear a la Junta de Castilla y León, porque parece ser que son más malotes y sanguinarios de lo que nos quieren hacer creer... ¡mecachis, estos ceberooos! Si la JCYL dice que sobran, eso va a misa y no se discute.
Los chatarreros: no me gusta mucho este apelativo, parece que está puesto a mala leche. Aunque a decir verdad es que se lo tienen ganado. Coño, uno está tranquilamente pescando y llega uno de estos gauchos de las riberas y se pone a lanzar a toda leche ¡chof! ¡chof! ¡chof!... y venga a tirar la puñetera cucharilllita de las narices ¡qué escandalo, por dios! Menos mal que son unos ansiosos y se marchan rápido, que si no habría que bajar al río con una caja de valium en el chaleco. Suerte también que, como los ceberos, se recogen rápido y a eso de las 11.30h o las 12h ya no queda ni uno aporreando la lámina de agua.
Los de ahogada: siempre me ha parecido que esta tribu fluvial es como una especie de grupillo de sabios que se saben todos los tejemanejes de la pesca que practican... y de la que no también. Pueden llegar a crear auténticos concilios sobre hilos de montaje y sus referencias, así como largas disertaciones en torno al ángulo idóneo que hay que darle a la pluma elegida para una imitación. Osea, imaginaos a Eduardo Punset en uno de esas peroratas sobre el sistema intergaláctico y luego cambiad ese tema por la pesca. Fascinante ¿eh?
Los ninferos: estos me tienen un tanto despistado. No se si se consideran grupo o va cada uno a lo suyo. El caso es que son maniáticos hasta la exasperación; que si los hilos indicadores, que si la deriva perfecta, que si la postura de la mano izquierda... Son, si me apuras, casi más perfectos a la hora de pescar que los mosqueros. Me da que para conseguir esos movimientos de cuerpo tan armónicos, se pasan horas en casa tragándose vídeos de Eva Nasarre.
Los mosqueros: llegamos a la madre del cordero de los pescadores de trucha, el súmum de todas las tribus pescatruchas, el no va más. La primera diferencia con el resto... vamos, para entendernos; un Ferrari al lado de veinte Seat Ibiza. Y es que sin entrar en materia pesqueril pura y dura, sólo con echar un vistazo a la batería de abalorios, achiperres, botecitos, pincitas, secamoscas, y mil un cachibaches, está claro que el resto son unos mataos. Cuando un mosquero entra en el río, un aura celestial inunda todo alrededor, el tiempo se para mientras el avezado mosquero convierte el simple acto de elegir la mosca adecuada en algo sublime.
¡Y esa envidiable plasticidad en los lances!
En fin, menos mal que todas estas tribus somos más normales de lo que acabo de contar, que si no los ríos serían un hervidero personas dándose de guantazos porque no se soportan. Aunque hay quien los ve, más o menos, como he descrito, porque el ser humano tiene la extraña costumbre de criticar todo aquello que difiere de su dogma de vida, aunque su entendimiento no llegue más allá que el de una Mosca de Mayo.
Para nuestra desgracia, ciertos personajillos que todos conocemos y que habitan en despachos y similares, tienen como único propósito, ir produciendo una lenta pero efectiva escisión entre nosotros, mosqueros, ceberos, cucharilleros, pescadores de ahogada... y así, un buen día, sólo habrá cuatro pelagatos que no saben ni mal atar un mosco en el hilo, pisando los ríos como conejitos Duracell.
Aún así, me queda la esperanza de que la tribu absoluta, la de los pescadores en general, como tenemos más fuerza, más cabeza (eso seguro) y más interés por nuestros ríos que los anteriormente mencionados, conseguiremos llevarnos el gato al agua...o la trucha al agua, que falta hace.















