Bueno, viendo que el pais no mejora y la situación se va volviendo cada vez más negra, os invito a darle un poco de color a la vida contando algunas anecdotas divertidas que hayamos tenido en un día de pesca, haber si nos reimos un poco. Ahí va una mía.

Hace ya muchos años, me encontraba pescando carpas con un amiguete en la desembocadura del río Esgueva al Pisuerga, en Valladolid.

Esa tarde, estrenaba yo caña marina, con un puntal super grueso, un carrete multiplicador y una línea para unos 45 kilos, casi nada señores. Bueno, esa tarde había cojido ya tres carpas de entre cuatro y seis kilos, pero que con dicho equipo eran recojidas como quién ha enganchado una ramita.
En la zona donde pescabamos, la desembocadura se dividia en dos, quedando una pequeña islita en el centro, siendo la orilla derecha la más amplia y frecuentada. Mi amigo y yo nos encontrabamos solos del lado izquierdo.

Bien, pues en uno de mis lances (nos encontrabamos pescando todos a fondo), deposité plomada y cebo a una treintena de metros frente a mí, cojiendo la corriente a mi favor, y al cabo de unos diez minutos decidí sacar para comprobar el cebo....y ahí empezó todo.

Recojía yo como un poseso, sin darle tregua al pobre plomo que debía venir bajo el agua cual torpedo de un submarino; el carrete era una maravilla, por cada vuelta de manivela, la bobina daba "casi nueve, señores", imaginaros. Bueno pues que en eso estaba, cuando otro pescador en el otro ramal, suelta un !ostias mi caña!, ya sabeis como somos de mal hablados cuando las cosas se tuercen y la coje a dos manos sujetandola como si se la quisiesen arrancar de las manos. Yo seguía dandole velocidad al ferrari de los carretes, pero sin perder de vista "al afortunado". El hombre no podía más que sujetar la caña e intentaba dar sin conseguirlo una sola vuelta a la manivela de su carrete Sagarra. En eso sentí como me costaba más recojer, como si hubiera enganchado en algo y yo daba golpes y tirones a mi caña, para ver si conseguía soltar el enganche de mi aparejo. En eso, -el pescador de la triste figura-, aún hoy creo estarle viendo, Dios me perdone, gritaba y cantaba los kilos de la pieza que tenía al extremo de su linea, mientras los demás le hacían corrillo y prestos corrían con sacadoras y sobre todo expectativos de ver la carpa más grande jamás vista.
-Debe tener diez kilos, no...once, doce...quince....-. La pieza ganaba peso en segundos y extrañamente más cada vez que yo daba un tirón para liberar la mía....curioso por cierto.
Al cabo de un rato "el afortunado", presa de los nervios y cansancio de sus brazos, perdió la caña y casí el conocimiento al ver como está salía volando de sus manos hacía el ancho río Pisuerga, justo cuando yo dí mi envite final, quedando mi línea liberada.
El afortunado o quizás ya "desafortunado de la triste figura", ahora sí. Lloraba desconsolado como un niño entre palabras entrecortadas e hipos, se le medio entendía como -vein...te, ten...ía, más de vein...te kilos, se...gu...ro. En fin, casi entre lo dramatico y lo patetico. Pero en eso, ya recuperado mi super naylon de 45 kilos, observo otra linea enredada en mi anzuelo, que tenía metros y metros y más metros....dentro de mi mente algo me decía que la había "cagao" y sobre todo cuando una caña con carrete y todo emergía lentamente en la orilla cual la desaparecida espada del rey Arturo.

Si la cara del otro pescador era dantesca, la mía era un poema y mientras mi amigo me decìa el muy inconsciente: -!vamos...que esperas... diselo!-.
Me animé por fin y dandole dos gritos entrecortados y casi ahogados, le dije: ¿!es esta su caña"?.
Su cara iba pasando de la tristeza a la incredulidad, pasando después por la ira y finalmente la furia. No sé que fue, si el saber que la carpa de más de 20 kilos no existía y la consolación de los demás pescadores pasaba a las risas por culpa, por mi culpa, de haberle desprendido caña y honra en tan solo unos segundos.
"El afortunado" cruzó ramal, isleta y se disponía hacer lo mismo con el siguiente ramal, bueno ya lo estaba haciendo y eso que cubría por encima de la cintura; cuando el sentido común de mi amigo y sobre todo, por la cuenta que me tenía del mío, nos decía que era peligroso permanecer allí.
Oímos y sentimos insultos, abruptos, dioses, virgenes y lo peor, piedras. Dos de las cuales fueron a dar muy acertadamente, una en mi hombro y otra en mis posaderas, las cuales casi ni sentí curiosamente...

Hoy me río, pero en aquel momento, como se suele decir las pasé más "putas que en Caín". ¿Será por si te caen las piedras del desfiladero? Ahora se que sí. Tiene que ser eso.

Qué historia tan curiosa, y qué bien contada. Enhorabuena Pucelano, aunque las tuviste que pasar canutas con lo garrulos que somos algunos por Valladolid...

jajajajajaa, Pucelano, me has hecho pasar un buen rato, jajajaja.

Saludos

Muchas gracias, pero venga animaros que seguro que todos tenemos buenas de estas historias que poder contarnos.
Más adelante os contaré alguna más.
Sobre todo los más veteranos que si hurgan un poco en su memoria encontrarán alguna anecdota con gracia y todos pasaremos unos buenos ratos al leerlas.

Buen susto te llevaste Pucelano,bueno os voy a contar una que nos paso a un compañero y a mi,hace ya algún tiempo 25 años mas o menos.

Un día quedo con un compañero para pescar,el río Cardener a qui en Cataluña,un río por aquella época muy bueno de pescar con truchas preciosas,buena calidad de agua y con una población de cangrejos autóctonos mas que aceptable,bueno os cuento,entramos en el río en una parte que el río hace una curva formando una pequeña playa,haciendo el río mas ancho como unos cincuenta metros,justo enfrente nuestro un pescador sentado en una roca con sombreo caña larga con cebo y un perro sentado a su vera en concreto un Seter ingles de color marrón rojizo muy bonito,en eso que el pescador,que por cierto fumaba en pipa,clava una trucha y la pelea con suma maestría,le hace un gesto al perro y este ni corto ni perezoso,con mucha suavidad se mete en el agua nada hacia la trucha la agarra con suma delicadeza y se la lleva a su amo a la mano,nosotros nos miramos con cara de tontos,el caso es que en cuestión de diez minutos otras dos truchas haciendo la misma operación el perro,hay que joderse dice el compañero,en eso que el tenía echado el buldo,sin hacerle caso tan solo enbobados mirando al perro,se le clava una trucha,por que le pesco ella a el,jejeje la trae hacia la mano y cuando trata de desanzuelarla ella se desprende y con unos cuantos brincos en su mano se zambulle y escapa,yo me lo quedo mirando y le digo estas nervioso o que te pasa,en eso se oye una voz,por supuesto la del pescador del perro,que dice,oye macho si quieres te presto al perro,el con cara de tonto y yo de la risa resbale y fui a parar unos cinco metros mas abajo empapado y con cara de tonto.Desde entonces cuando se escapaba una, nos decíamos ( Si quieres te presto al Perro ) La verdad es que el perro un artista.

Saludos

Gracias por este rato...un poco de alegría y risas nunca vienen mal y máxime en estos momentos que cuando uno va al río le entra de todo menos risa...
Saludos

Jajaja!!! Me hubiese encantado ver al otro pescador!!!

Bueno vamos con otra, ya que pocos se animan a romper el hielo.
Esta otra que os cuento sucedió después de una jornada de pesca, pero merece la pena contarla.

Después de un día de pesca, el lugar es lo de menos, ocurrió que estando con otros amigos, decidimos ir a comer al pueblo más cercano. Y sin más, allí nos presentamos.

El pueblo era pequeño y después de dar vueltas y más vueltas encontramos un bar, pequeño y vacio. Siendo ya más de las cinco de la tarde y por no dar más alargada la busqueda hasta otro lugar decidimos entrar y ver si nos podían ofrecer algo.

Preguntamos al dueño y este después de pasarnos revista de arriba abajo, como si hubiesemos salido de unas maniobras militares, dudó, pero accedió. Nos ofreció una tortilla de patatas y embutido, además de ensalada y vino de su propia cosecha. Aceptamos y apto seguido ocupamos dos mesas viejas de madera. El hambre que teníamos era incluso más que el cansancio que arrastrabamos.
Y entre cigarrillos y charlas de como había sido la jornada, por cierto, bastante buena. Apareció la mujer del mesonero.... ¿Como describirla? Bueno lo intentaré.

-La buena mujer, se podría decir que "era de constitución fuerte", era alta y seguro que sobrepasaba del 1,80. Lo cual destacaba de su marido que era bajito y delgado.
Pues bien, como decía, la gran mujer vestía un vestido escotado con tirantes y de su sobresaliente y generoso pecho escurrian gotas de sudor que caían cual gotas de lluvias hacia el canalillo o quizás sería más propio decir hacia el canalón.

Al verla los cinco que ocupabamos mesa, detuvimos la conversación con cara de sorpresa al ver a "tan gran mujer", sus dedos grandes y gruesos tenían las uñas rojizas del color de la tierra, disculpandose está muy amable, pues acababa de recojer unas patatas del huerto para hacernos la tortilla. Lo peor fue ver que la buena señora, traía un pan bajo el brazo, mejor dicho, bajo el sobaco....del que sobresalían largos pelos y que hacían de flequillo sobre el pan...imaginaros la estampa.Si habeis oido alguna vez la expresión "tiene una cara como un pan de pueblo", pues añadirla pelo encima y ya está hecha la foto.
Al llegar a la mesa, depositó tortilla y dos platos con embutido y seguidamente, aunque todos al unisono dijimos: -"no se moleste, gracias", cojió el pan y con ambas manos lo fue partiendo y dejando un par de trozos delante de cada comensal.

Si nos sacasen en ese momento una foto del grupo, estoy seguro que nuestras caras expresaban horror. El silencio era tal que juraría que se nos podía oir respirar.
La mesonera terminó preguntandonos que si queriamos algo más que lo dijeramos, a lo que yo con voz baja contesté: si, otro pan. La señora sin entender mi comentario, respondió con un ahora vuelvo y casí terminada su última palabra saltó con todo su corazón otro compañero:-!vamos, no jodas!. Se volvió a crear el silencio y mientras la dama se retiraba, no sin antes hecharnos una mirada de reojo, todos nosotros nos mirabamos haber quien empezaba.
Lo peor fue cuando otro compañero saltó, venga que lo que no mata engorda y ya desde la cocina oimos un: -!¿lo dicen ustedes por algo?!. A lo que el marido que estaba con ella la contestó, !venga Puri, dejalos comer y nosotros seguimos con lo nuestro!.
Aquel, con lo nuestro.... fue definitivo para que los cinco nos quedasemos sin hambre y lo único que comimos fue la ensalada y el queso. Vino también poco, a partir de un nuevo comentario que otro de nosotros hizo de que solo faltaba que el vino cosechero que nos puso lo hubiese pisado ella.