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MIÉRCOLES, 27-AGOSTO-2008

Dudas sobre las especies nocivas

Pobre lucio, le tocó ser el cabeza de turco de la desaparición de todos los demás durante decenas de años. Y los alburnos, ¿también son depredadores nocivos para el ecosistema?

FirmaOrdoño Llamas Gil LugarLeón

Hace tiempo que tengo mis dudas y también mis convencimientos sobre la catalogación de las especies invasoras nocivas para los ecosistemas de León y Castilla, donde las opiniones son tan cambiantes como el probable desconocimiento de sus efectos.

Pocas cuestiones son tan diáfanas como que cuando se desea defender a las especies autóctonas, antes de introducir ninguna clase de depredadores voraces, bien sean de huevas o de peces, que pudieran ser nocivos por su extraordinaria presión sobre los indígenas, devorándolos o incluso desplazándolos de su hábitat, el primer paso que hay que dar es el de conseguir una exhaustiva información procedente de enclaves donde la experiencia de muchos años pueda garantizar en cierto modo el resultado. El segundo paso tener o construir alguna instalación con aislamiento total (incluso del proceder de sus operarios), donde se efectúen las pruebas necesarias y concluyentes del efecto producido entre los distintos habitantes del acuario o piscifactoría, durante el tiempo necesario (quizá años) para obtener un pleno convencimiento sobre la compatibilidad o no de las especies estudiadas, desechando las nocivas y admitiendo a las de fácil convivencia, perfectamente demostrada.

¿Qué para conseguirlo se necesita una plantilla de científicos competentes e instalaciones adecuadas, que aumentarían el presupuesto de medio ambiente? Probablemente menos de lo que han costado a posteriori y seguirán costando las expediciones intensivas con procedimientos eléctricos para descastarlos (caso de los lucios) o la introducción de otras especies que desplacen o eliminen a las anteriores nocivas (caso del cangrejo señal contra el rojo americano, nocivos ambos por su virus), sin contar con las repoblaciones masivas o puntuales de truchas que han de hacerse para paliar éste y otros inconvenientes agravantes de la conservación.

Nuestros antecesores en el tiempo parecían tener claro que las especies que introdujeron hasta comienzos del siglo XX, no eran perjudiciales para nuestras aguas y sus habitantes, como ocurrió con las carpas, carpines, salvelinos y gambusias (éstas últimas produjeron más beneficio que perjuicio). No sabemos si lo estudiaron científicamente o no, pero consiguieron su aclimatación sin problemas aparentes para otros peces. Más recientemente se han añadido a la lista algunos salmones, como el hucho (salmón del Danubio) en el río Tormes y otra especie de salmón plateado en el pantano de Vegamián (no conocemos su nombre y nunca se le dio importancia) que tampoco parecen haber influido sobre los habitantes autóctonos de estos lugares.

Una mala gestión

Desde mediado el siglo XX, cuando la motorización produjo una avalancha de pescadores que se hacía necesario controlar con algo más que la simple licencia de pesca, se procedió a incrementar con sellos para la trucha y acotamiento de tramos escogidos de los que se conseguían ingresos adicionales, con lo cual se aumentaría la vigilancia y el sistema burocrático, pero que terminó siendo una bola de nieve que aumentaba cada año en restricciones, burocracia y contaminación, también en ingresos, y que disminuía en vigilancia efectiva y en población piscícola a pasos de gigante.

No sabemos si debido a estos gravísimos problemas, cuando ya se había tomado el rumbo de las repoblaciones de truchas de cualquier origen (arco iris, centroeuropeas, etcétera) mientras la piscifactoría de Vegas se ponía al día de sus defectos, alguien o algunos (nunca se sabe quién) optaron por la introducción de especies exógenas apropiadas para la pesca deportiva, como el black-bass, que se extendió por todas las zonas bajas, en especial en las mangas, lagunas y algunos pantanos, y muchos fuimos los que nos deleitamos con su pesca. Después de algunas grandes crecidas y de la mina que suponía para los pescadores de red, se terminó de rematar con el empleo de los cables para controlar al lucio. En el ínterin apareció el lucio, con una escandalosa mitología que hizo temblar los cimientos de todos los adoradores y explotadores de las truchas. Después de aparecido se procedía a su extracción masificada empleando la pesca eléctrica, que ha resultado perjudicial para él y para otras especies que cohabitaban con él, como el citado black-bass y la tenca. Se le declaró nocivo con alevosía. Llegó también el cangrejo rojo tan oportunamente, que contaminó con la afanomicosis a los autóctonos, eliminándolos del mapa. Por lo que también se le declaró la guerra y se introdujo otro cangrejo para exterminarle, el señal, que también es portador del virus. Las percas sol aparecieron en las zonas más bajas y los alburnos están subiendo por el Esla en cardúmenes. Estas son las últimas especies aparecidas por arte de birle birloque en las aguas provinciales, en espera de los nuevos visitantes, aún más temibles.

Actualmente estamos obligados a matar al extraerlos a los siguientes peces o cangrejos: lucioperca, perca sol, pez gato, alburno, siluro y cangrejo rojo de las marismas. Sólo tres de ellos aún no han llegado a nuestra provincia. Ahora, después de muchos años de persecución implacable, llamándole tiburón de río y achacándole infinidad de males, como la exterminación de truchas, el lucio ya no está considerado como especie nociva (al principio de le asignó una talla mínima, que luego se eliminó). Pobre lucio, le tocó ser el cabeza de turco de la desaparición de todos los demás durante decenas de años. Y los alburnos, ¿también son depredadores nocivos para el ecosistema? Más bien, parecen destinados a sustituir a otros casi desaparecidos, como los cachos y las bogas, como alimento para lucios y truchas.

La mayor duda me la produce el apartado 1,5 del artículo 1, especies pescables. En él se exige que cualquier especie exótica no incluida en las listas de pescables o nocivas, deberá ser sacrificada inmediatamente, sin poder ser conservada por el pescador. Veamos: si pescas en el coto de Vegamián y sacas un salmón plateado (que aún no sabemos su nombre) de los que existen en él casi desde que el pantano embalsó sus aguas, ¿tienes que considerarlo como exótica no incluida, matándolo y dejándolo en la orilla? ¿O tienes que hacerle una pequeña zanja donde depositar sus restos cómodamente, cubriéndolos de inmediato, no sea que algún animal de rapiña, sea ave, mamífero u homo erectus, se aproveche de su apreciada anatomía? Los comentarios producen pena, sólo pensando en los que se han pescado y llevado en cuatro décadas que podían estar enterrados. ¿Y si pescas alguna gambusia hay que reservarle el mismo trato preferente? ¡Sin embargo, si es siluro, pez gato o lucioperca, puedes llevártelo!


Fuente: www.diariodeleon.com · © El Diario de León, S.A.

Origen: http://www.diariodeleon.es/se_deportes/noticia.jsp?CAT=105&TEXTO=7091821


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